Un agua será de buena calidad para el riego agrícola cuando, cumpliendo con sus funciones básicas hacia la planta de manera que garantice un rendimiento óptimo, no produzca efectos perjudiciales al suelo.
La calidad del agua para el riego por tanto está ligada a la terna suelo-agua-planta, porque, además de considerar el efecto sobre la nutrición de la planta, se debe de considerar el efecto que la calidad del agua produce en el equilibrio del suelo.
Los parámetros que un agua debe de reunir y los valores normales que debe de tener se obtienen de los numerosos estudios FAO sobre riego y drenaje, estudios que por otra parte están en continua revisión.
I Valores normales de un agua de riego
A continuación se da una tabla con los valores normales que debe de proporcionar un análisis de agua para poder proceder a su evaluación para su uso como agua de riego.
Tabla 1 “Valores considerados normales de un análisis de aguas para riego”
II Conductividad eléctrica
La conductividad eléctrica del agua (CEa) es una medida indirecta de la concentración de sales de una solución, basada en el hecho de que, si bien el agua pura es mala conductora de la electricidad, a las sales les sucede lo contrario y por tanto la conductividad eléctrica es proporcional al contenido total de sales disueltas en el agua.
La unidad de conductividad más usada en análisis de aguas era el mmho/cm (milimho por centímetro); sin embargo, por acuerdo general pasó a denominarse Siemens (S) en el sistema internacional de unidades de medida. La equivalencia entre ambas es:
1 mmho/cm = 1 dS/m
(un milimho por centímetro equivale a un deciSiemens por metro)
Los análisis de aguas proporcionan el contenido o concentración de cada ión en las muestras de agua que llevamos a analizar. Pero un obstáculo para la correcta interpretación de los análisis de aguas está en que los laboratorios frecuentemente proporcionan las medidas en diferentes unidades.
La concentración de iones puede darse en los análisis en varias unidades. La relación entre partes por millón (ppm), miligramos por litro (mg/l) y gramos por litro (g/l) es sencilla:
1 ppm = 1 mg/l = 0,001 g/l
1 mg/l = 0,00156 dS/m
1g/l = 1,56 dS/m
En cuanto a miliequivalentes por litro (meq/l) se recuerda que se determinan dividiendo los mg/l entre el peso equivalente del ión correspondiente:
meq/l = mg/l (ppm) / Peq
En la tabla siguiente se recogen los iones estándar del agua de riego con sus Peq
Tabla 2 “Iones más comunes en el agua de riego con sus pesos equivalentes”
III Restricciones en el uso del agua para riego
Las directrices para valorar la utilización de un agua para el riego pretenden dar tan solo una primera orientación, habiendo de observar los síntomas que en las plantas nos indiquen una determinada reacción ante las sales. Con respecto al suelo, habrá que realizar análisis periódicos que nos permitan controlar la evolución del contenido en sales en el tiempo.
En la siguiente tabla se dan una serie de restricciones del agua de riego según la concentración de algunos de sus componentes.
Tabla 3 “Restricción en el uso de agua de riego según su composición”
Con estas directrices se pretende cubrir la mayor parte de las condiciones que se suelen presentar en la agricultura de regadío.
Se presentan tres grados de restricciones: ninguna, ligera o moderada y alta. Interpretemos a continuación las deficiencias en relación con la tabla 3.
a) Salinidad
Las sales presentes en el agua o en el suelo reducen la disponibilidad de agua para el cultivo, provocan un estado de marchitamiento y afectan por tanto a los rendimientos. A partir de 0,7 dS/m de CEa se produce riesgo para los cultivos más sensibles a las sales.
Respecto al Total de Sólidos Disueltos (TSD) comentar que este parámetro se utiliza para estimar la concentración de sales disueltas en el agua cuando no se dispone de conductímetro. La concentración de sales en la mayor parte de las aguas de riego es menor de 200 mg/l, si bien en aguas subterráneas este valor puede ser más alto.
b) Infiltración
Un contenido relativamente alto de sodio o relativamente bajo de calcio en el agua o en el suelo reduce la velocidad a la cual el agua de riego se infiltra, hasta el extremo de, en situaciones graves, no poder abastecer al cultivo de manera adecuada.
Los problemas más frecuentes relacionados con una baja infiltración suelen producirse cuando el sodio se incorpora al suelo y deteriora su estructura. Los agregados del suelo se dispersan en partículas pequeñas que taponan o sellan los poros y evitan que el agua pueda circular e infiltrarse con facilidad. El suelo adquiere un aspecto pulverulento y disforme, perdiendo rápidamente su permeabilidad. El efecto contrario lo produce el calcio y el magnesio, por lo que para evaluar realmente el problema que puede generar un exceso de sodio hay que conocer también la cantidad de calcio y magnesio que hay en el suelo.
El parámetro utilizado para determinar el riesgo que supone el sodio es el RAS (Relación de Adsorción de Sodio). Esta medida indica la cantidad de sodio en el agua de riego en relación con los cationes calcio y magnesio. El calcio y el magnesio tienden a contrarrestar como hemos comentado el efecto negativo de sodio.
A menudo la adición de yeso al suelo mejora la infiltración del mismo.
La combinación de la salinidad (CEa) y la alcalinidad o sodicidad (RAS) del agua de riego determina la estabilidad estructural de los suelos.
c) Toxicidad de iones específicos
Algunas sales, cuando se acumulan en cantidad suficiente, resultan tóxicas para los cultivos u ocasionan desequilibrios en la absorción de nutrientes. Veamos a continuación las principales.
Sodio
Para la mayoría de las plantas cultivadas no se ha demostrado que el sodio (Na+) sea esencial. Muchas plantas cuentan con mecanismos que reducen la absorción y la translocación del sodio a las hojas, por lo que no es común que aparezcan síntomas de toxicidad en éstas, ya que se acumula en tallos, troncos y raíces. Los síntomas de toxicidad del sodio en las hojas son manchas necróticas de color pardo.
El efecto perjudicial del sodio sobre los cultivos es, en la mayoría de los casos, indirecto, debido a la influencia negativa que tiene este catión sobre la estructura del suelo como ya ha sido comentado.
Cloro
El cloro es uno de los elementos que más abundan en el agua de riego. Éste aparece como anión cloruro (Cl-). El cloruro es indispensable para el desarrollo de la planta, ya que actúa en procesos vitales como la fotosíntesis, transporte de cationes, ajuste osmótico y división celular. Las plantas lo requieren en pequeñas cantidades (no más de 0,5 meq/l en la solución del suelo), pero cuando su concentración es muy alta, el cloruro puede convertirse en un elemento tóxico.
El cloruro se concentra sobre todo en las hojas. Los daños por exceso de concentración de cloro produce principalmente necrosis en la punta de las hojas, caída de hojas, flores y frutos y reducción del crecimiento de la planta.
Boro
El boro es un elemento esencial para el desarrollo de las plantas.
La diferencia entre la concentración requerida por la planta (0,3-0,5 ppm) y la toxicidad (0,6-1,0 ppm en la mayoría de las plantas cultivadas) es muy pequeña, por lo que se debe tener especial cuidado con este elemento. Los síntomas de toxicidad se presentan generalmente como zonas amarillentas en las hojas, parecidas a quemaduras, partiendo de las puntas y difundiéndose hacia la base.
pH
Cuando el suelo presenta una alta concentración de iones hidrógeno [H+], se considera ácido y cuando presenta una baja concentración se considera básico.
El valor del pH de un suelo suele oscilar entre 4 y 9. Los suelos que menos problemas dan para los cultivos son los de pH comprendido entre 6,0 y 7,5, ya que los nutrientes de las plantas en general presentan su máxima solubilidad en este intervalo. A medida que el valor del pH se aparta de dicho intervalo pueden presentarse los problemas.
El agua con un pH inferior a 7 se considera ácida (tiene una mayor concentración de iones H+). Con un pH igual a 7 sería neutra y con pH superior a 7 básica (tiene una menor concentración de iones H+).
La medida del pH depende también de la relación suelo/agua, al aumentar la cantidad de pH del agua aumenta el pH del suelo.