Dentro de los diferentes sistemas, el riego por goteo, tanto superficial como subterráneo, es el que ahorra más agua y consume menos energía. Al ser un sistema más preciso, es a su vez más sensible a errores y desviaciones, tanto en la fase de diseño como durante su manejo, lo que podría influir significativamente en la uniformidad de emisión de agua, más que en otros sistemas. Se deberá cuidar la fase de diseño, ya que correcciones una vez instalado son difíciles y costosas de ejecutar. Debo destacar también la sensibilidad a las obstrucciones y las mayores exigencias en filtración. El riego por goteo permite la incorporación y distribución eficaz y rápida de nutrientes disueltos en el agua de riego y la posibilidad de utilizar aguas con un alto contenido en sales disueltas.
En cuanto al riego por aspersión, al humedecerse toda la superficie del terreno, la uniformidad del sistema no es un aspecto tan preocupante como en el caso del goteo. Un inconveniente sin embargo es el efecto del viento y la distorsión que pueda producir en la distribución del agua sobre la parcela –en pivotes, laterales y líneas de aspersores-, si bien, cuando se riega en bloque (grupos de aspersores regando a la vez) esta distorsión puede verse compensada en el tiempo. Por otro lado, una limitación de este sistema de riego sería el uso de aguas salinas. El sistema por aspersión es apropiado para realizar tratamientos fitosanitarios y nutricionales debido a que moja toda la planta.
El riego por gravedad o en superficie es el que más agua consume y, si no tiene un manejo muy controlado, produce las mayores pérdidas de agua debido a las filtraciones en profundidad. Aunque esto pueda servir como recarga de acuíferos, se desaprovecha evidentemente el recurso. Respecto al asunto económico, precisa de la menor inversión.
Debido a los procesos de modernización de regadíos de las últimas décadas y al gran esfuerzo de agricultores, de Comunidades de Regantes así como la ayuda proveniente de las administraciones tanto Central como Autonómicas en la financiación de las obras de transformación, se ha conseguido disminuir mucho las zonas regadas por riegos en superficie en España, transformándose a riegos a presión, sobre todo por goteo. Así, de las casi 3.650.000 hectáreas puestas en regadío en España en la actualidad, más de la mitad lo son de goteo.
Cuando no hay posibilidad de conseguir la suficiente agua para riego procedente de ríos y de embalses, se la ha buscado en el subsuelo mediante la ejecución de pozos. Si la extracción supera la recarga, la profundidad a la que se encuentra el agua cada vez será mayor y esto implica, aparte de problemas medio-ambientales, una serie de graves inconvenientes para los agricultores-regantes:
Se necesitará de una mayor energía para extraer el agua, debido a que la altura de bombeo aumenta. Por tanto se incrementan los costes/año.
La bajada de nivel del agua en los acuíferos conlleva un proceso de salinización del agua, pues las sales disueltas lo hacen ahora en menores volúmenes, lo que eleva su concentración. Esto puede ocasionar bajadas de rendimiento en los cultivos menos tolerantes al exceso de sales y a una mayor inversión en productos correctores.
En riegos por goteo se necesitará además de un mayor mantenimiento en las instalaciones para evitar obstrucciones en los emisores a consecuencia de las sales disueltas en el agua.
El contenido de partículas en suspensión del agua (limos, arcillas y arenas) también aumenta, por lo que las necesidades de filtración deben de ser mayores, sobre todo cuando regamos por goteo. Asimismo estas partículas desgastan más rápido los mecanismos de las bombas. Debido a esta circunstancia los costes de amortización de equipos se elevan y aumentan los gastos de su mantenimiento.
Por último, comentar que el siguiente salto en la tecnificación de la agricultura de regadío en España se está orientando hacia la monitorización y el control de variables físicas y químicas en el agua, en el suelo y en la planta.